Vía La Tercera https://www.latercera.com/opinion/noticia/columna-de-alvaro-pezoa-sin-presente-sin-futuro/GNSMWQZB2REBFOVV445MOSMPWU/
Chile está anclado en el pasado: 50 años atrás. ¡Es lamentable! Este 11 de septiembre -medio siglo después- parecía abrir una oportunidad especialmente propicia para, en alguna medida, “dar vuelta la página”, encaminar al país hacia una mayor unidad y ponerlo proa al futuro. Pero ¡nada! Aún peor, queda la impresión ambiente de que se ha retrocedido, clausurado las puertas al apaciguamiento de las pasiones (¡se las ha atizado!), vuelto a cerrar filas en las trincheras de la enemistad. Entretanto, el complejo momento presente parece no importar, casi como si no existiese; el hoy sirve únicamente de instancia para detener el tiempo, fijándolo en el pretérito e imposibilitando de paso toda alternativa de auténtica proyección. Una nación sin presente, sin futuro; sin esperanza, triste. Como si estuviese condenado a mirar hacia atrás y transitar inevitablemente hacia un destino de mediocre decaimiento.
Chile está anclado en el pasado: 50 años atrás. ¡Es lamentable! Este 11 de septiembre -medio siglo después- parecía abrir una oportunidad especialmente propicia para, en alguna medida, “dar vuelta la página”, encaminar al país hacia una mayor unidad y ponerlo proa al futuro. Pero ¡nada! Aún peor, queda la impresión ambiente de que se ha retrocedido, clausurado las puertas al apaciguamiento de las pasiones (¡se las ha atizado!), vuelto a cerrar filas en las trincheras de la enemistad. Entretanto, el complejo momento presente parece no importar, casi como si no existiese; el hoy sirve únicamente de instancia para detener el tiempo, fijándolo en el pretérito e imposibilitando de paso toda alternativa de auténtica proyección. Una nación sin presente, sin futuro; sin esperanza, triste. Como si estuviese condenado a mirar hacia atrás y transitar inevitablemente hacia un destino de mediocre decaimiento.
No se ha llegado a esta situación por obra del acaso. Hace más de 15 años el país entró en un proceso de pérdida de vitalidad económica, que no ha sabido remontar. Un hálito de estatismo fue imponiéndose gradualmente, muchas veces so pretexto de solidaridad. La calidad de la educación general, lejos de mejorar, ha recorrido un camino de deterioro en nombre de la gratuidad, la igualdad y las obsesiones ideológicas. El nivel al cuál ha descendido difícilmente permitirá a Chile superar con éxito nuevas etapas de desarrollo económico-social, incluso puestos en el caso que hubiese determinación para procurarlo (no está nada de claro que así sea). Paralelamente, se fue legitimando sin pausa el uso de la violencia como vía de acción política: liceos de excelencia han pasado a ser recintos desolados, La Araucanía se ha convertido en asentamiento terrorista, el 18-O terminó por descarrilar la nación. Se ha dejado, también, fortalecer la narcodelincuencia hasta el punto de que ella se ha enseñoreado por todo el territorio, generando un estado de inseguridad ciudadana jamás antes experimentada.
En paralelo ha ido emergiendo una nueva izquierda radical que, apoyada o, por lo menos habiendo contado con la condescendencia de parte importante de la antigua, ha propugnado la irresponsable substitución del capitalismo a trueque de una vuelta a un pasado tan idealizado como fracasado. Sin negar las notorias dificultades que enfrenta el liberalismo político-económico en la actualidad (mundial), no es menos evidente que el propósito de retomar la “revolución inconclusa” de la UP resulta, ya sólo como idea, un disparate mayúsculo (por decir lo menos). Conducida de la mano por élites que no han sabido -o podido- dar un mejor cauce a la sociedad nacional, ésta atraviesa ahora un tiempo particularmente aciago, donde la “propuesta de futuro” del gobierno en ejercicio se reduce, cada vez más, a la añoranza de desandar más de cinco décadas para dar continuidad al período histórico más catastrófico que ha vivido la patria. ¡Urge un cambio de visión y propósito!