Columna de opinión
“Tres desafíos para la UDI”
Terminado el proceso de elección de una nueva directiva, la UDI enfrenta ahora tres desafíos significativos.
Que ya no sea la generación de los coroneles la que conduzca al partido importa poco, porque el capital simbólico de la UDI sigue siendo muy valioso. Su marca continúa pesando en la política chilena, pero, por eso mismo, el éxito de la nueva conducción no dependerá de los nombres que ahora lideran, sino del retorno a una fidelidad con la historia institucional que se remonta a casi 40 años atrás.
Tres desafíos, decíamos, se presentan en el horizonte inmediato (diciembre-abril) para la directiva del diputado Macaya.
En primer lugar, pesará sobre esta nueva dirigencia el insistente llamado de José Antonio Kast y los Republicanos para que pueda configurarse una lista común de candidatos a la Convención que se elegirá en abril. La anterior directiva de la UDI ya declaró su voluntad unitaria, pero a tres semanas del cierre de las listas, corresponde a los recién electos insistir ante sus socios de Chile Vamos en la necesidad de unir fuerzas. Y, seguramente resulta obvio para Macaya y su gente, no se trata solo de maximizar los votos de la derecha, sino, además, de evitar que muchos electores miren una eventual lista separada del Partido Republicano como una opción más coherente que la de la UDI.
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Un segundo desafío quemará las manos de la nueva dirigencia, como las papas aquellas. Sí, como una papa muy caliente.
Se trata de la decisión que deben tomar los alcaldes Matthei y Lavín respecto de sus eventuales dobles candidaturas: ¿Van a repostularse en sus municipios, para abandonarlos poco después, con el objetivo de ser precandidatos a la Presidencia? Si la nueva directiva de la UDI enfrenta este tema solo desde un punto de vista formal —y estima que no hay impedimento legal para esa triquiñuela—, pero no se hace cargo de la gravedad del mensaje ético que significa manipular a los electores (al dejar en la nebulosa la posibilidad de que Matthei y Lavín renuncien poco después de ser reelectos), los nuevos dirigentes contribuirían al desprestigio de la representación política y de su propio partido, ya muy golpeado.
Y, más aún, si no se define claramente la situación, la UDI correría el riesgo de que los votantes prefirieran sufragar por otro candidato del sector que sí les diera la seguridad de cumplir su período en el municipio. Por supuesto, eso significaría al mismo tiempo un deterioro en la votación de Matthei y Lavín, efecto dañino con vistas a sus precandidaturas presidenciales.
Pero la madre de todas las decisiones, el tercer desafío, tiene que ver con la posible candidatura de Joaquín Lavín a la primera magistratura, en el cupo de la UDI.
Dos dimensiones conflictivas presenta esta postulación.
La primera es el mecanismo que se use para escoger entre el alcalde de Las Condes y la alcaldesa Matthei, si ambos decidieran ser algo así como pre-pre-candidatos, disputándose la nominación de la UDI a una primaria de Chile Vamos. La posibilidad de que la UDI quisiera evitar esa confrontación interna y buscara llevarlos a ambos a la primaria de la coalición sería una evidente muestra de debilidad institucional y de desconfianza en la democracia interna (explicable quizás por el pequeño porcentaje de militantes que acaban de elegir a la nueva directiva). Si RN optara por la misma fórmula —varios candidatos suyos en una primaria amplia—, el ganador de esa instancia obtendría solo un pequeño porcentaje, lo que lo debilitaría en la confrontación con la oposición.
La segunda es doctrinaria. ¿Puede un socialdemócrata ser el candidato de la UDI?
La solución del problema la tiene el propio Lavín: una candidatura independiente.
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Abogado, historiador y académico chileno. Es autor de varios libros de historia de Chile. Doctor en Derecho, columnista semanal de El Mercurio