Al igual como lo hizo Allende hace más de 5 décadas con Eduardo Frei Montalva, la oposición le ha negado la sal y el agua al gobierno de Sebastián Piñera durante todo su período y solo ha buscado, por todas las vías posibles, interrumpir su gobierno y en lo posible impedir que llegue a término.
Los nostálgicos de la “democracia de los acuerdos”, que buscan emular los supuestos avances que habría materializado Patricio Aylwin durante su mandato, nos recuerdan permanentemente la importancia del diálogo y del consenso para avanzar en los temas importantes del país. Ese espíritu es el que invadió al Presidente Piñera al comienzo de su período, cuando propuso una serie de acuerdos fundamentales en materias de infancia, seguridad, Araucanía, desarrollo integral y salud pública, pero fundamentalmente con el llamado que hizo para trabajar en conjunto con la oposición para enfrentar las urgencias de Chile.
Tres años después, sin embargo, los avances son escasos e insuficientes. Más allá de las mesas de trabajo y de las fotos para la ocasión, la verdad es que la oposición no colaborado en nada con este gobierno y su único aporte (o deporte) ha sido presentar acusaciones constitucionales.
Es el caso del recientemente renunciado ex Ministro Victor Pérez, quien duró menos de 100 días en su cargo. Víctor Pérez no fue acusado por haber cometido una ilegalidad o haber incumplido un deber: fue acusado por razones políticas, sin argumentos ni fundamentos que lo justificaran. De la misma forma, se acusó a los ex ministros Santelices, Mañalich, Chadwick y Cubillos; con la misma irresponsabilidad se llegó a acusar al Presidente de la República.
Junto con presentar acusaciones, la oposición se ha dedicado a oponerse a todo. No ha querido avanzar en la reforma previsional; no ha permitido avanzar en la agenda de seguridad; y ahora incluso se da el lujo de ponerle obstáculos a la discusión presupuestaria. Al igual como lo hizo Allende hace más de 5 décadas con Eduardo Frei Montalva, la oposición le ha negado la sal y el agua al gobierno de Sebastián Piñera durante todo su período y solo ha buscado, por todas las vías posibles, interrumpir su gobierno y en lo posible impedir que llegue a término.
Frente a todo esto,
¿qué sentido tiene seguir buscando un acuerdo forzado con una oposición que no quiere colaborar en nada? ¿No será mejor desechar la política de los acuerdos y empezar a gobernar con el programa que ganó en 2017? Para llegar a un acuerdo se necesitan dos partes y durante estos últimos tres años en la mesa siempre ha faltado uno. Ello ha llevado al Gobierno a quedar inmovilizado, sin apoyo de la oposición y con la pérdida gradual y constante de su propia base.
Todavía queda un año y medio de gobierno y los desafíos son múltiples y evidentes. No solo hay una serie de elecciones donde las identidades políticas serán puestas a prueba, sino que además se tendrán que seguir destinando esfuerzos a enfrentar la pandemia, reactivar la economía y ponerle fin al terrorismo en la Araucanía.
Ojalá que el gobierno, luego del fracaso de la política de los acuerdos, centre su acción en las medidas ejecutivas que no dependen del Congreso y deje en evidencia, en las derrotas legislativas que les pueda propinar la oposición, en qué se diferencian ambos conglomerados. No podemos llegar a las elecciones sin que los ciudadanos sepan con claridad cuáles son los proyectos y prioridades de cada uno. Mejor es defender con las botas puestas, que vivir de rodillas.
Presidente del Partido Republicano. Abogado de la Universidad Católica, casado con María Pía Adriasola, padre de 9 hijos, ex diputado y ex candidato a la Presidencia de Chile.