Columna de Opinión:
Marie Claude Mayo: Tragedia griega
El Estado no puede claudicar en cumplir una de sus funciones esenciales y fundamentales; de lo contrario ¿para qué está?
La tragedia griega, entendida como género teatral, nació más de 500 años antes de Cristo y tuvo tres grandes maestros: Esquilo, Sófocles y Eurípides. Su tema central es la imposibilidad de cambiar un destino que está escrito, hagas lo que hagas, y que inevitablemente llevará a un final fatídico, sombrío y nefasto.
Lo que ha pasado en la Araucanía, hace más de dos décadas, y en la provincia de Arauco más recientemente, parece el guión de una tragedia griega. Es decir, nos encaminamos inexorablemente a la fatalidad. Ya no nos sorprende, dado que son parte del paisaje la quema de inmuebles, iglesias, vehículos, escuelas y jardines infantiles; la toma de campos, la muerte de agricultores, transportistas o policías; los disparos a diestra y siniestra contra menores, adultos o uniformados; los baleos y atentados contra la propiedad pública y privada; la toma de caminos, el robo de madera y el tráfico de drogas; el uso de armamento de guerra por parte de delincuentes; el que la policía no pueda entrar a algunas comunidades ni pueda transitar por caminos de uso público que están vedados; que se organice un operativo de proporciones gigantescas y termine muerto un policía y otra decena fueran heridos, y ni siquiera se complete la operación. En resumen, niveles de violencia intolerables, que crecen día a día sin control, destrucción de bienes públicos y privados sin límite, todo amparado por la mayor impunidad para los delincuentes y el total desamparo de las víctimas.
Hay que reconocerlo con todas sus letras: el Estado de Derecho no existe en la zona y el actuar de nuestras autoridades ha sido tímido, despreocupado, vacilante e ineficaz, reduciéndose a la retórica de la condena y al anuncio de querellas testimoniales que llenan los anaqueles de los tribunales.
Necesitamos acciones decididas del Estado para luchar contra el terrorismo, la delincuencia y el narcotráfico. El Estado no puede claudicar en cumplir una de sus funciones esenciales y fundamentales; de lo contrario ¿para qué está?
Esto no se trata de una “Nueva Pacificación de la Araucanía”, como engañosamente ha tratado de instalar la izquierda, sino de la recuperación del orden público, el término de la impunidad y la recuperación de la paz social tan necesaria para la inmensa mayoría de las personas. Es decir, el piso mínimo que exige una sociedad democrática para el diálogo, la cooperación y el entendimiento.
No hay duda que la solución integral y de fondo pasa por un acuerdo político transversal, como dijo el propio Presidente. Es decir, llegar un acuerdo con una oposición que, salvo honrosas excepciones, ha negado la existencia del terrorismo en la zona y que rechazó en enero de este año el proyecto de ley que tipificaba el delito de robo de madera, fuente importante de ingresos de grupos violentistas que actúan al margen de la ley. No nos engañemos: no es posible alcanzar en el corto y mediano plazo, y con la premura que requiere la situación, un acuerdo de esa naturaleza.
En un escenario de polarización y división tan grande como el que existe hoy en nuestro país, se necesita acción, decisión, y sentido de urgencia, como lo ha planteado en tantas ocasiones José Antonio Kast.