Columna de opinión
Frente Angosto – Por José Antonio Kast
En pocas semanas, el Frente Amplio se ha desintegrado casi por completo. Una coalición que alguna vez prometió la renovación de la política terminó extinguida como los dinosaurios que tanto criticaron y terminaron por defraudar a las personas que, ingenuamente, creyeron en sus falsas promesas.
El tema de fondo no son solo las renuncias de parlamentarios, la escasa participación en sus procesos internos o las eternas contradicciones de sus posiciones sobre la violencia, sobre la economía o sobre la marcha del país. El problema central es la irresponsabilidad política de armar una coalición sin un objetivo claro y sin fundamentos sólidos de conexión en los proyectos que buscaban representar. Por supuesto que en política puede haber diferencias, y es legítimo que existan, pero no es aceptable que obviando esas diferencias, personas que piensan tan distinto estén pegadas a la fuerza y transmitan un discurso unitario, sabiendo que está fundamentado en doctrinas completamente desechables.
El daño que el Frente Amplio le ha hecho al país es inconmensurable. No solo no han contribuido con una sola idea a mejorar el gobierno o la actividad política, sino que en estos pocos años de existencia, han hecho todo por sumarse a la destrucción y la precariedad política que han marcado el devenir del país en los últimos años.
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El anuncio de Revolución Democrática de sumarse al Partido Comunista sólo confirma esta lamentable tendencia. Los mismos que prometieron una nueva forma de hacer política, hacen alianza con los herederos de las peores prácticas existentes en ella. La sed de poder y el imán de atracción que genera la popularidad de Daniel Jadue ha sepultado cualquier aspiración del Frente Amplio, vendida al mejor postor por algún cargo o grado de visibilidad en un potencial futuro gobierno.
Esta triste historia nos debería llamar a la reflexión a quienes transitamos por la vereda opuesta del Frente Amplio. No solo rechazando su precaria existencia, sino que también reafirmando el mensaje de unidad y concordia que debe primar en la derecha de cara a los desafíos electorales de 2021. Pese a la baja aprobación de este gobierno y al aparente predominio de la agenda social de izquierda, estoy convencido de que nuestro sector tiene la oportunidad, por primera vez, de ganar las elecciones a nivel presidencial, parlamentario, municipal y de constituyentes.
Para lograrlo se requiere altura de miras y generosidad. Chile no resiste otro gobierno de izquierda, ni menos, una Constitución escrita por los mismos que apoyan la destrucción del país. Chile necesita orden, certezas y un trabajo serio que permita diseñar, en los próximos 20 meses, el país que queremos construir para los próximos 20 años. Esa opción, sin duda, representa mejor nuestro sector y es imperante que podamos sentarnos a conversar y construir una alternativa amplia y respetuosa de las diferencias.
La pregunta no es cuándo se jodió Chile ni que coalición, como el Frente Amplio, es responsable de ese desastre. La pregunta es cómo reconstruimos Chile y quiénes estuvieron a la altura del enorme desafío que ello representaba.
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Presidente del Partido Republicano. Abogado de la Universidad Católica, casado con María Pía Adriasola, padre de 9 hijos, ex diputado y ex candidato a la Presidencia de Chile.